lunes, 30 de marzo de 2020

Mi primera novela

Con todo mi corazón, para los locos escritores que, como yo, quieren hacer de cada día de su vida una magnífica obra de arte.


Hermes Castañeda Caudana


Capítulo primero
Éste que ves aquí, de rostro redondo, de cabello negro en el que ya se miran algunas canas, frente amplia y surcada por las dudas, de tristes ojos, de nariz grande que sólo rivaliza en llamar la atención con sus labios, carnosos y rojos como los de su madre, las orejas enormes y muy atentas, y la piel, su mapa de viaje adonde quedaron signos de su adolescencia, callada y solitaria, que ahora conviven con los surcos de su edad, que le anuncian, que ya los verdaderamente jóvenes son otros. El cuerpo en un vaivén permanente, entre los kilos menos y sus intentos, de parar de suplir la felicidad con suculencias; su color, de típico mestizo cuya sangre española corre dentro de él, vuelta ya una sola con la herencia totonaca que le legaron David y María, sus abuelos. Ancho de espaldas y de pies alados, que contradijeron muy pronto a las predicciones de los médicos que a su temprana edad decían a su padre, que su hijo más pequeño jamás caminaría. Ésta digo que es la percha del ladrón de libros y aprendiz de poeta, del que cruzó el Atlántico y nunca volvió a ser el mismo. Del discípulo de las más brillantes mentes que han hecho de él un amoroso de Sabines, un inconforme seguidor de Zaratustra, un alumno de Nissán y Krauze, bajo cuya generosa luz descubrió su sentido de existir. Un soñador que no soporta lo mundano aunque conviva con ello, y que junto a sus perros ladra siempre a la luna suplicándole un sosiego que en realidad no desea porque, ¿qué, si no es la rebeldía, constituye el alimento del artista? Cuando parta para siempre de este mundo, llámesele simplemente Hermes, un ser extraño que vivió entre los humanos. Fue libre muchos años y ha permanecido preso algunos más, sin resignarse nunca a la mediocre conformidad, ni a la obligación, ni al tedio. Casi ha perdido la cabeza, ya sea por amor o conveniencia, pero este peligro lo ha hecho fuerte, y más sabio. Vive en la Casa del Cirián, envuelto en acordes de arpas y flautas que junto con el más oloroso incienso, lo acompañan a él, su tequila y su pluma, en el reto inmenso de convocar al ángel, que lo convierte en escritor.
***

Capítulo segundo
El ocaso nos sorprendió desnudos. Con la botella de tinto vacía, los platos desiertos de botanas y esos platitos tan primorosos, sin rastros de helado. Las galletas con queso crema se habían esfumado. Todo se lo llevó el ángel que instantes antes nos había tocado la frente. Y nos hizo escribir.
Aquella tarde, Ilda y yo llegamos muy temprano a la casa de Joaquín. El sol bañaba la calle y besaba todavía el verde del jardín de aquella casa a donde nos dimos cita. Por el gusto de vernos, de reunirnos. De sentirnos raros, ajenos a lo mundano. Teníamos ganas de quitarnos los disfraces de los personajes que afuera representamos y, por fin, ser nosotros mismos. Queríamos desnudarnos. Afirmar nuestro pacto literario. Escribir.
Poco a poco, el escenario fue tomando forma. Llegaron uno a uno los invitados y después, en torno a una mesa con copas colmadas de vino, conjuramos a las musas. Abrimos aquellos libros prohibidos a los ojos de los más decentes y nuestras miradas los recorrieron ávidos. Devoraron las frases y, por nuestras bocas, las nacieron de nuevo al mundo, a la vida, a nuestros oídos. Sí, ¡se trataba de frases de amor! Después de la primera ronda de lectura, seguíamos ávidos de sentencias, de verdades. El sol, todavía se reflejaba en el líquido rojizo que cada vez, dentro de la botella que misteriosamente se vaciaba, lucía más transparente, más cristalino, más codiciado. Lo dulce y lo salado acompañaban nuestras ideas, las historias de vida que compartíamos, nuestras emociones. Con hambre, todavía, de letras, decidimos que ya era tiempo de crear. De dar vida a lo que con aquella atmósfera, las palabras y la grata compañía, se gestaba dentro de cada uno. Exigía ser parido. Ya quería nacer. Segundos después el silencio se adueñó de aquel recinto. Los susurros del ángel literario apenas se notaban. El sol daba paso a las primeras sombras de la tarde. Discretas, tenues, temerosas, que apenas se tendían sobre nosotros como un delgado velo. El vino había desaparecido. Habían sido las musas que, borrachas de emociones conducidas a través de las frases y los recursos literarios, pedían más. Estaban engolosinadas. Clamaban al ángel por más tinta. No bastaban los cuadernos para dejar escuchar su voz.
Con avidez, más tarde, nos escuchamos. Nos bebimos unos a otros, nos degustamos. Lo más hermoso brotó de nuestros adentros. Había hecho falta tan solo un poco de alimento y bebida para que fuéramos otros. Nos convertimos en artistas.
***
 
Capítulo tercero
Lupita Calles no llegaba. Se había extraviado junto con “Los caminantes del cielo”, la banda de rock que venía con ella, en algún lugar entre Tepecoacuilco y Huitzuco. Qué conmoción. Qué estrés. Qué agonía. Por eso te pedí que acortaras el tiempo psicológico del público. Que les dijeras algo para que les transcurriera ligero, tenue, suave. Tomaste el micrófono con arrojo. Parecías envalentonada por el más fuerte tequila, pero no, por supuesto que no era así, porque los borrachos no tenemos problemas de escritura. ¡Perdón! Los escritores no tenemos problemas de alcoholismo. Al principio tu voz titubeaba. Temblaba. Tus palabras se asomaban al micrófono y, nuevamente, se ocultaban. Ya todo estaba dispuesto. El público, ¡listo para el disfrute! Los invitados de honor, ¡prestos a la emoción! Los primeros escritores, con los textos autobiográficos listos, alegres, gozosos, saltarines, ¡ávidos de ser leídos! Detrás de tus lentes, el escenario se hizo inmenso, la gente del público se multiplicó, la tarde que ya se retiraba, te regresó a alumbrar para que se hiciera más visible tu timidez. ¿Timidez? ¡Qué va! Si después de las primeras palabras te volviste otra. Creciste. Te transformaste en el pseudónimo que usas cuando escribes: “la fabulosa reina de la noche”. Hablaste de cómo vives la creación literaria, dijiste por qué te apasiona, qué sientes cuando escribes, de qué hablas, cómo te descubriste escritora. Mis ojos se abrían cada vez más, atónitos. Tú te volvías más grande. Ni una sola mirada buscaba otro objetivo que no fuera aquella mujer de cabellos rizados y rostro esplendoroso que mostraba plenitud, arriba del escenario. Tu cara, lucía por completo iluminada. Al verte así, al escucharte, me sentí orgulloso. Recordé los inicios de tu carrera como maestra de matemáticas. Tus pocas ganas, tus pintas, tu “me vale madre todo”.
En tu primer texto te comparaste con el aire, volaste por tu habitación. Entraste en los oídos de quienes absortos te escuchamos leer, nos cautivaste. Nos enamoraste.
Primera prenda fuera. ¿Qué te gusta? ¿La blusa?
En otro escrito memorable, te imaginaste muerta. Miraste lo que te sintieron quienes te aman. Nos hiciste beber de nuestra propia agua de mar. Te atreviste a rebasar el límite de lo real. Te transformaste en personaje literario.
Segunda prenda fuera. ¡El brasier! ¿Estás de acuerdo?
Más adelante tu osada pluma te volvió varón y viviste en la piel de un chico de tu edad, semejante a ti. Excepto en el sexo. Viste con sus ojos y pensaste con su mente, un día común. Construiste tu correlato exacto. No dejaste de ser tú pero te transmutaste en otro, que ya también vivía. Porque lo hiciste verosímil, neto, cierto, de carne y hueso. Como fabrica a sus personajes una escritora de las buenas.
Ya no tenías pantalón. Se había deslizado solito por tus piernas hasta caer al suelo.
En otra ocasión, por primera vez documentaste una cruda. Y te diste el lujo de escribirla en segunda persona y con un inicio que se reitera en el final de la historia, con un fantástico remate. ¡Qué manera de escribir! Nos dejaste mudos, con los ojos pelones. Se nos bajó el efecto de la cafeína de aquella punta del cielo adonde nos habíamos subido. Nos dejaste perplejos. Para ese entonces ya habías nacido muchos textos más. Sin embargo, no mostrabas tu desnudez, en absoluto, a pesar de que ya no te arropaba ni una sola prenda. ¿Sabes por qué? ¿Te diste cuenta cómo tras irte despojando de la ropa que te cubría, al mismo tiempo te ibas vistiendo con recursos literarios que daban maestría a tus textos? No, no los adornaban. Los edificaban. Los hacían. Distintas voces narrativas, escenarios, personajes creíbles, finales sorprendentes y exactos, comienzos in media res, en el centro de la más excitante acción. Sí, ya eres escritora. No lo dudes nunca. Conquistaste al ángel. Es tu amante. Las musas se te desvelan poco a poco. Pronto las verás desnudas. Estate atenta. Mira bien.
Lupita Calles todavía no llegaba. Se había extraviado junto con “Los caminantes del cielo”. Pero ya no había conmoción, ni estrés, ni agonía. No supe lo que pasaría cuando te pedí que acortaras el tiempo psicológico del público. Que les dijeras algo para que les transcurriera ligero, tenue, suave. Con arrojo, tomaste el micrófono. El más fuerte tequila parecía haberte vuelto valiente, temeraria. Al principio tu voz titubeaba. Temblaba. Tus palabras se asomaban al micrófono y, nuevamente, se ocultaban. El público ya estaba listo para el disfrute. Los invitados de honor, ¡prestos a la emoción! Los primeros escritores, con los textos autobiográficos listos, alegres, gozosos, saltarines, ¡ávidos de ser leídos! Detrás de tus lentes, sin darte cuenta cómo, el escenario se hizo pequeño. ¡La gente del público te veía hechizada! La tarde que ya se retiraba, te regresó a alumbrar para que se hiciera más visible tu valor, tu surgimiento. Y entonces comenzaste a hablar.
***

Capítulo cuarto
Dagda –que así se llamaba el duende aquel– dio un ágil salto hasta la mesa donde minutos atrás tecleaba con fiereza, en la laptop, el escritor. Ante sus ojos, la brillante pantalla le mostraba el mensaje. Esas líneas lo complacieron. Lo sonrojaron. Lo hicieron feliz. En el mail, la remitente había escrito:
Estimado Hermes,
Estaba leyendo “El ladrón de Libros” y me encontré con el texto sobre el envío de tu trabajo al Premio México Lee... Me puse a pensar que debe de haber pasado algo semejante a las casi 600 personas que han participado de este evento.
Volví a leer tu trabajo y me sigue pareciendo igual de emotivo que la primera vez. ¡Debería haber también una premiación para los trabajos mejor escritos! En breve te estaré enviando mi humilde apreciación.
Un abrazo grande,
Ana
La dicha que Dagda experimentó, sin saber cómo, le trajo el recuerdo de los otros mail de Ana que, embriagado de emoción, leyó para él su amigo el escritor. No hubo premio mejor para ambos, que las palabras de ella alentando al literato en su aventura como tutor de escritura y promotor del amor a los libros.
En ese triunfo –el escritor lo sabía– Dagda fue un actor central porque, ¿quién si no él habría hurtado del olvido de estantes fríos y huérfanos de lectores, los libros que cada tarde disfrutaban tanto leyendo juntos bajo la sombra del Cirián?
***
 
Capítulo quinto y último
Desde la Casa del Cirián, con la brisa del mar de Acapulco llamándome, susurrando mi nombre, hechizándome. (25 de octubre de 2011).
Tan feliz como la primera vez que te leí, Ana, hoy repaso estas líneas que me recuerdan el sentido que tuvo para mí durante tanto tiempo publicar en un periódico. Entre sus páginas, el olor a tinta y a papel recién nacido como diario por la imprenta, me devolvían cada lunes, miércoles y sábado, las palabras que un día antes había enviado con un click –tras horas de arduo trabajo de edición–, a Yeni Marchán y al señor Pliego, amigos periodistas que impulsaron con desinterés y persistencia éste, mi esfuerzo, de que las palabras surgidas por la red de locos escritores que cada vez se hizo más grande, trascendieran el espacio del aula, del cuaderno, de la memoria de la compu, y volaran allá, adonde hicieran falta, adonde fueran acogidas y colocadas junto a las emociones y experiencia de un lector. Sin embargo, un correo que fue la antítesis de los tuyos me anunció la desgracia: a partir de ese día dejarían de publicarme. Así, sin más. Me acordé del padre de Ángeles Mastretta, a quien nadie dio nunca las gracias bien dadas por publicar aquella columna que con absoluta devoción escribía cada domingo. A mí, no tan solo nadie me daba las gracias. Alguien que jugó a sentirse poderoso, sencillamente me botó junto con mis ilusiones y las de muchos amantes de las palabras más, porque lo que podíamos ofrecer ya no le era grato, ya no encajaba con el tipo de “producto” que había que venderle a los clientes. Mi trabajo y el de tantos escritores más, ya no le servía. Me deprimí durante un mes. Se me impregnó la rabia en el rostro y me robó la sonrisa. El enojo se coló a mis sueños y me quitó el sosiego de las madrugadas. Intenté escribir sobre estas emociones y fallé. No estaba listo. No podía. Y decidí dejarlo para después. Te platico esto, porque sé que a ti te importa. Has prestado atención a lo que impulso y me apasiona. Me has tocado con la dicha de sentirme menos solo. Menos incomprendido.
¿Te conté cómo empezó todo este periplo? No recuerdo con exactitud dónde puse los límites a mi narración, en aquel texto que envié a última hora para participar en México Lee. La odisea comenzó hace tres años. Cuando junto a otros colegas iniciamos a publicar ensayos breves en “La Educación a debate”. Con el tiempo, empecé a enfocarme en el trabajo con textos autobiográficos y, de repente un día, me di cuenta que ya todo, también los ensayos, los estábamos escribiendo desde la autobiografía, junto con los estudiantes de los grupos adonde he impartido talleres de creación literaria. A nosotros se unían otros escritores, en esta misma sintonía de escribir a partir de ellos mismos. Escribientes de su propia vida. ¿O fuimos nosotros quienes nos unimos a ellos? De pronto, escritores de aquí y allá, conectados en la internet, nos regalábamos historias que provocaban llanto, dicha, regocijo y dolor en "Escribir nuestra vida", la columna que surgió ante nuestra apremiante urgencia de escribir(nos). Así, nos recordábamos mutuamente que no estamos tan solos. Que siempre hay alguien a quien le importa nuestra vida, para algo más que para hacerla pedazos. Antes de este espacio, yo había nacido a mi ladrón de libros, columna literaria con recomendaciones de libros y escritores, de la que ahora continúa su legado en su blog homónimo. Qué bueno que me lees ahí, Ana. Qué bueno que nos lees adonde sea.
Hubo otros atisbos de creatividad y proposiciones. Como cuando junto a Beto Castrejón y Luis Miguel Nava, creamos “Entre el barro y la espinilla”. Esta columna se publicó durante varios meses, en los que los jóvenes literatos compartieron historias, escribieron cuentos, se vistieron de literatura y se adentraron en el mundo de los adolescentes. Así también, en “Poemario”, otra sección del diario que albergó durante mucho tiempo mis mejores sueños, me sentí poeta y, junto a otros artistas, hablé de amores y desamores, de dudas, tropiezos, lágrimas y desilusiones. Renací mi esperanza a la vida y reviví. Pero ninguno de estos espacios, hoy, huele a tinta. Todavía siento tanta tristeza que las puertas de ese periódico, al que mostré tanta lealtad a cambio de la sola gratificación de ver los textos publicados, se hayan cerrado en mi cara. Cómo me dolió haber sentido que lo que hacía era tan importante y que, para otros, resultara prescindible.
Pero aquí estoy de vuelta. Optimista. Contento. Feliz. Mañana parto hacia Acapulco. He sido invitado a compartir con docentes y futuros maestros de la Escuela Secundaria, mi experiencia como conductor de talleres de creación literaria. Hace algunos minutos, he terminado las líneas que quiero leerles, compartirles. Espero puedas leerlas y me des tu punto de vista. ¿Crees que les gustará lo que escribí? Quise hacerlo como lo que soy en esencia, un escritor y no un maestro de lengua. A través de diferentes instantáneas de mi experiencia en este oficio, quise decirles que quien enseña a escribir debe hacerlo en primer lugar. También, que se escribe mejor con otros y en un entorno agradable, como el de las tertulias literarias. Esa hermosa tradición que heredamos de los antiguos griegos. Hacer arte en compañía de exquisita comida y bebida, que acompaña la amistad, que nos devuelve a la esencia de la literatura, que es vivir una experiencia, no transmitir un conocimiento. Por eso también, les hablé de ese momento en que jóvenes creadores publican ante otros sus textos pulidos, que primero surgieron en una tertulia, como esa, en que borrachos de emoción y de palabras, dimos vida a textos sobre el amor, a partir de frases que leímos en un par de libros generosos y, para algunos, prohibidos. Además, quise mostrarles cómo nace una escritora, cómo se forja y cómo ésta, por primera vez, se mira, se asume como tal. Eso me llevó a hablarles de Ixchel, y el encuentro consigo misma que ella comparte ante el público, sobre un escenario en el que poco a poco, se adueña de las palabras como antes éstas se adueñaron de ella.
¿Sabes, Ana? Si hoy tuviera la oportunidad de elegir de entre todo lo que quiero compartir mañana en Acapulco, sería invitar a los jóvenes y colegas profesores, a que se den la oportunidad de vivir la experiencia de la literatura. Que permitan que lo que tengan que decir al mundo, surja. Y si esto lo hacen acompañados, será más grato. En su aventura, la mano de un mentor que también sepa cómo se siente la experiencia de escribir, les mostrará el sendero y les dará las herramientas necesarias para llegar a ser mejores, para perfeccionar su arte, para aprender el oficio.
Poco a poco, cada uno se irá dando cuenta qué necesita para invocar a la musa, qué le gusta a su ángel literario, para que una y otro siempre lo acompañen, y no se separen de él nunca más.
Pero todo esto, cada uno tiene que vivirlo para hallarle sentido.
Tú lo sabes porque eres escritora. Yo lo sé, porque quiero serlo.
Lo saben mis locos amigos escritores de cualquier parte, porque lo viven, lo sienten.
Ojalá que mis palabras encuentren respuesta.
Ojalá que mañana les endulce los oídos a los estudiantes y maestros, allá en el bello puerto donde de joven me enamoré perdidamente, y cuando caminen descalzos por la playa y miren la voluptuosidad de las olas, acuda a su mente un poema. Ojalá que de sus sueños cobijados bajo la noche estrellada de este paraíso, hoy teñido de miedo, surjan los textos que nos ayuden a sentir que todavía, podemos hacer algo desde el arte y las palabras, para tener un mundo mejor.
Ojalá.
Tuyo,
Hermes.


martes, 31 de enero de 2012

¡¡¡Inicia "El arte del striptease" en Casa de la Cultura Iguala, Zona Norte!!!

Aspectos generales
El Taller de Creación Literaria “El arte del striptease” está dirigido a escritores noveles que deseen iniciar o dar continuidad a un proyecto personal de escritura narrativa y, para ello, requieran procurarse diversos recursos literarios que les permitan “vestir” sus textos, después de que el autor o autora, en primer lugar, se ha desnudado al acopiar la materia prima autobiográfica que le sirve de base, a todo escritor, para la creación literaria.
     Los participantes idóneos, serán adolescentes y adultos de cualquier edad, que reconocen en sí mismos la pasión por la creación literaria y disposición de mejorar, con esfuerzo y dedicación, en esta disciplina.
     El trabajo en taller facilitará a los participantes –cuyo número por grupo no deberá exceder de 20-, enriquecer los borradores puestos a consideración de los pares y el coordinador, con el fin de pulirlos hasta su publicación, misma que se hará de modo impreso, o bien, por medio de lecturas públicas en tertulias literarias.
     Se trabajará una sesión de dos horas cada semana, los días lunes de 16:00 a 18:00 horas en el transcurso de un semestre, conforme a las fechas establecidas por la Casa de la Cultura Iguala Zona Norte de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) para el primer semestre de 2012, que comprende de febrero a junio. La fecha de inicio será el 13 de febrero. Si la cantidad de personas interesadas lo amerita, se abrirá un grupo más, bajo las mismas condiciones y días de trabajo, en horario de 18:00 a 20:00 horas.
     Al término del semestre, los participantes del Taller que hayan cubierto un nivel deseable de producción literaria y hayan asistido con regularidad a las sesiones, recibirán una constancia con valor curricular expedida por la UAG.
     Los materiales requeridos para el trabajo en las clases, son un cuaderno que haga las veces de cómplice en la aventura de escribir, lápices afilados o bolígrafos dispuestos, además de una antología de obras que fungirán como modelos para la creación literaria. Los costos que impliquen los materiales antologados, serán cubiertos por los participantes. Así también, deberán cubrir una cuota mínima que les otorgue el derecho a su inscripción y permanencia.


Propósitos
El Taller está pensado para que los participantes:
  • Inicien o den continuidad a un proyecto de escritura que, si bien se apoye en una base autobiográfica, requiera del diestro manejo de recursos literarios en los textos que lo integran, a fin de conseguir que una vez que éstos sean “vestidos”, su valor radique en el goce estético que induzcan en el lector o escucha, con independencia de la verosimilitud de lo narrado.
  • Encuentren en él un espacio para la revisión y corrección de sus escritos, con el apoyo de pares y de un experto en teoría y didáctica de la creación literaria, que funja como coordinador del Taller.


Justificación
En el ámbito de la expresión artística en la zona norte del Estado de Guerrero abundan los talleres o clubes especializados en la danza, las artes visuales, la música y el teatro. Sin embargo, si bien existen agrupaciones de creadores literarios, no se cuenta con alguna abierta al público adonde se atienda y encauce, bajo la coordinación de un experto, el interés de escritores noveles por iniciar o dar continuidad a sus proyectos de creación literaria. Ello, acrecienta el prejuicio que prevalece respecto al escritor, en tanto se le concibe como un ser solitario que, si bien es autodidacta, rehúsa toda colaboración e incluso contacto con sus pares a fin de no desvelar a éstos sus más valiosos secretos.
     Contrario a lo que se presupone, no obstante, los escritores hemos de experimentar un proceso de formación que nos permita, a la par que forjarnos un sentido de pertenencia hacia un gremio de creadores literarios, desarrollarnos en el oficio a partir de esclarecer aquello que nos inspira para escribir, los procedimientos que nos lo facilita, y con igual importancia, conocer y volvernos diestros en el manejo creativo de recursos literarios.
     El contexto en que tendrá lugar la formación de nuevos creadores literarios, no puede ser mayormente propicio que el de la Universidad, ámbito históricamente caracterizado por su humanismo. Desde esta plataforma, se impulsará formalmente una propuesta de trabajo con nuevos creadores literarios que más que conceptuarse como hacedores de arte en solitario, se reconozcan como parte de comunidades de escritores que, colaborativamente, crean espacios para la literatura en la sociedad.


Sustento teórico
La teoría y didáctica de la creación literaria, como línea de investigación y trabajo cuya pionera en nuestro país es la escritora Ethel Krauze, aglutina conocimiento que se genera sobre el proceso creador en literatura. Desde este campo, en el presente Taller, se retoman elementos metodológicos que se sustentan tanto en la experiencia comunicada por escritores experimentados a quienes aspiran a entregar su vida a las letras (expresados en su poética), como también, se parte de supuestos teóricos que se traducen en aplicaciones prácticas para la formación de nuevos escritores:
  • La creación literaria consta de las fases inspiracional, técnica y procedimental; el conocimiento sobre ellas que facilite un experto en teoría y didáctica de la creación literaria a noveles creadores, permitirá que estos se asuman como aprendices autónomos que pueden dirigir su propia formación como escritores.
  • Como sucede en todo arte, en literatura existen obras que, revisadas con conocimiento técnico, ofrecen a los nuevos creadores la opción de calcar el empleo de recursos específicos para la creación literaria. En el marco del Taller, se asume que ello constituye una etapa necesaria hacia la definición de un estilo propio por parte de los nuevos escritores.
     Las bases teóricas enunciadas orientarán las formas de trabajo, en cuyo desarrollo además se prevé la creación de una atmósfera propicia para la invocación de la musa y para el aprendizaje.


Didáctica del Taller
Regularmente las sesiones de trabajo constarán de tres partes. En la primera de ellas se revisarán escritos que harán las veces de textos modelo y de los que se calcarán ciertos elementos previamente identificados por el coordinador. En la segunda parte de la sesión, se escribirán, leerán y comentarán, comienzos de textos inspirados en la idea propuesta en la primera parte de la clase. Por último, se presentarán a consideración del grupo borradores de textos que los participantes del Taller habrán retomado para sus proyectos individuales, a partir de los ejercicios de escritura realizados en alguna clase anterior. En esta última parte de la sesión, el trabajo en taller permitirá la discusión a partir de los escritos presentados, con la finalidad de enriquecerlos, mediante planteamientos fundados y concretos.
     A la dinámica de las clases la complementará la revisión personalizada de los borradores de los participantes en tiempos adicionales al de las sesiones, así como la publicación de los escritos que, después de trabajarse en taller y de manera individual con el coordinador, se considere que así lo ameriten.
     La publicación de los textos se hará tanto en tertulias literarias en que los textos serán dados a conocer en la voz de sus autores, o bien, de lectores experimentados, como también se realizará a través de su publicación en medios impresos que para este fin, se creen o se gestionen.

Materiales requeridos
Los materiales requeridos para el trabajo en el Taller constituyen a grandes rasgos el equipo básico de todo escritor:
  • Un cuaderno, cómplice de aventuras, que sea del agrado de cada participante a fin de que contribuya a su motivación para escribir, lo mismo que el tipo de tinta o lápices a utilizar.
  • Cada participante deberá contar con la antología básica del Taller, que constará de obras literarias de diversos autores. Los materiales antologados serán utilizados como textos modelo para la creación literaria.
     La metodología de trabajo comprende además la ambientación musical y, ocasionalmente, la utilización de materiales audiovisuales o de otro tipo, que estarán a cargo del coordinador del Taller.

Acreditación
Para ser acreedor a la constancia que habrá de expedir la UAG al término de los trabajos del semestre, se requiere haber cubierto como mínimo un 85% de asistencia y mostrar evidencias de producción cuya calidad, a juicio del coordinador, amerite la aprobación del participante.


Bibliografía básica
  • Antología de textos modelo.
  • De la Borbolla, Óscar (2002) Manual de creación literaria. México, Editorial Patria.
  • Guijosa, Marcela y Bertha Hiriart (2009) Taller de escritura creativa. México, Paidós.
  • Halfon, Eduardo (2004) El ángel literario. España, Anagrama.
  • Krauze, Ethel (2009) La casa de la literatura. México: Universidad de la Ciudad de México.
  • Krauze, Ethel (2011) Desnudando a la musa: ¿Qué hay detrás del talento literario? México: Centauro.
  • Rilke, Rainer Maria (2009) Cartas a un joven poeta. México, Colofón.
  • Vargas Llosa (2011) Cartas a un joven novelista. México: Alfaguara.

Algo sobre el ccoordinador del Taller
Hermes Castañeda Caudana es docente en el Centro de Actualización del Magisterio de Iguala (CAM de Iguala), donde orienta procesos de indagación y escritura en estudiantes de Licenciatura y Maestría. Durante 2011 impartió el Taller de Creación Literaria, incorporado como actividad de formación complementaria, dirigido a estudiantes y egresados de los programas de licenciatura y maestría del CAM de Iguala, así como al público en general.
     El coordinador, colabora para la Revista “Gran Quincenal Página 12” con la columna “El ladrón de libros” y con el periódico “El Correo” de Iguala, Gro., con “El arte del striptease” y, próximamente, con “El Mensajero”.  Fue colaborador en el periódico “Redes del sur” de 2008 a 2011, a través de las columnas “El ladrón de libros”, “Escribir nuestra vida”, “La Educación a debate”, “Entre el barro y la espinilla”, y por medio de diversos artículos periodísticos.
     En dos ocasiones fue ganador estatal del certamen convocado por la Secretaría de Educación Pública (SEP) “Educación y perspectiva de género”. En 2007 obtuvo además el segundo lugar nacional en el mismo certamen, con la propuesta didáctica “Lo que deseamos y podemos hacer”, publicada por la SEP el año siguiente. Es autor de artículos publicados en revistas nacionales, así como de “La libertad”, cuento que deriva en una propuesta didáctica para el fomento de la práctica de valores, publicado por la editorial SM de España en 2008.
     Ha cursado talleres de autobiografía con la escritora mexicana Rosa Nissán. Es egresado del Doctorado en Literatura en el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (CIDHEM), donde su trabajo de tesis sobre teoría y didáctica de la creación literaria, es dirigido por la escritora y doctora en Literatura Ethel Krauze. Es egresado del Doctorado en Ciencias de la Educación del Instituto Pedagógico de Estudios de Posgrado (IPEP) de Celaya, Gto., y Maestro en formación y práctica docente por la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), unidad 12 “C” de Iguala, Gro. En 1997, fue becario del Instituto para la Cooperación Iberoamericana y el Ministerio de Educación y Cultura de España, en el curso “Formación para profesores iberoamericanos”, celebrado en diversas sedes de aquel país.




domingo, 4 de diciembre de 2011

El arte del striptease

Hermes Castañeda Caudana
A finales de 1948 Patricia Highsmith había terminado de escribir Extraños en un tren, novela que no se publicaría sino un año más tarde. Se acercaban las Navidades, y ella estaba deprimida y escasa de dinero. Para ganar algo, aceptó un trabajo de dependienta en unos grandes almacenes de Manhattan. Solamente trabajó ahí dos semanas y media. En aquel empleo, asignada a la sección de juguetes y concretamente al mostrador de muñecas, una mañana su mirada se encontró con una mujer rubia “(…) con un abrigo de piel. [Que] Se acercó al mostrador de muñecas con una mirada de incertidumbre”. (Highsmith, 1991/2010, p.9).

Y creo recordar [menciona Highsmith] que se golpeaba la mano con un par de guantes, con aire ausente. Quizá me fijé en ella porque iba sola, o porque un abrigo de visón no era algo habitual, y porque era rubia y parecía irradiar luz. Con el mismo aire pensativo, compró una muñeca, una de las dos o tres que le enseñé, y yo apunté su nombre y dirección en el impreso porque la muñeca debía entregarse en una localidad cercana. Era una transacción rutinaria, la mujer pagó y se marchó. Pero yo me sentí extraña y mareada, casi a punto de desmayarme, y al mismo tiempo exaltada, como si hubiera tenido una visión. (p.10).
     De aquel incidente, surgió Carol (cuyo título original en inglés es The Price of Salt), fascinante historia de amor entre mujeres sostenida en la solidez de sus personajes, cuyos diálogos evidencian que, en efecto, la autora, como tanto se dijo de ella, contemplaba a los seres humanos como las arañas a las moscas.
     Este libro me hizo un mágico guiño cuando trataba de decidir cómo iniciar este escrito que compartiría esta tarde con ustedes, que están tan inmiscuidos en la literatura, y estas palabras que he tomado prestadas de una de las escritoras más geniales que he leído, introducen con exactitud el tema del que quiero hablarles.
     Un evento fortuito en la vida de Highsmith le hizo escribir en apenas dos horas el principio, el núcleo y el final de una novela icónica, precursora, valiente y narrada con maestría. En ella, por primera vez en una novela de tema homosexual, no se “castiga” a la subversión de amar a otra igual. En la obra, Patricia se alimenta de un instante y construye un mundo con su pluma. Otra realidad, una de tantas posibilidades que Highsmith salva del “jamás”. Sin la intuición de la autora, el acontecimiento que lo desencadena todo se habría limitado a un encuentro único con aquella dama, sin consecuencias posteriores, y ¿a quién habría de interesarle? Habría sido tan solo como aquellas corazonadas que sentimos al ver a un desconocido y, por un momento, creemos que tiene algo que ver con nosotros, aunque así no sea.
     Patricia no es Therese, pero ya no importa porque Therese cobra vida propia a medida que la musa completa los rasgos del personaje que Patricia crea. Carol tampoco es aquella enigmática mujer a quien Patricia miró aparecer y marcharse como se desvanece el sueño al despertar. Sin embargo, al avanzar la lectura un capítulo tras otro en medio de un terrible resfriado que me recluyó en casa un día completo, yo ya no sé qué es la realidad. Therese existe porque invade mis sueños y mis figuraciones. Porque lo que siente lo he sentido. Porque yo también, como ella, he vivido una noche al lado del ser tan anhelado cuando la ropa ya no estorbaba y, debajo de las sábanas, al fin los cuerpos mutuamente deseados, se buscaban y se recibían, como pródiga llovizna en el desierto. Carol es real porque en mi mente ella toma forma en otros rostros y otros cuerpos. El azul de sus ojos se me convierte en verde acuoso. Y su aire un tanto maternal se me transmuta, en lo que para mí mejor satisface mi necesidad de emoción y de placer. Mi recuerdo evoca imágenes de ayer o del quizá, y ya Highsmith me tiene en sus manos. Estoy dentro de la casa de la Literatura.
     La experiencia literaria involucra una complicidad entre el lector y el escritor. Quien escribe dibuja la trama, y el lector es quien da vida a la narración y los personajes, con base en su historia peculiar, en su sentir, pensar y estar en el mundo.
     Entonces, ¿qué es lo importante de la experiencia literaria, la veracidad de lo narrado, o el poder de persuasión presente en una historia bien contada?
     Este planteamiento me permite traer agua a mi propio molino, porque yo acompaño a estudiantes que se inician en la escritura, por el camino de la autobiografía. Sin embargo, son los límites de esta propia escritura –la autobiográfica–, los que me interesa hoy colocar a mayor distancia de la simple veracidad de lo que uno narra, porque si a esto se limitara el escribir nuestra vida, ¿a quién podría importarle como no fuera para hacerla pedazos?
     Nuestras vivencias son materia prima para la creación artística. La alimentan. Y tan real es lo que surge de la pluma de quien escribe, como la vivencia que lo inspira. Porque lo que uno coloca fuera de sí por medio de la palabra, es verdadero porque le dimos vida, en primer lugar, en nuestro interior.
     Hace algunos meses, no contaba todavía con los argumentos para sustentar esto que digo. Al culminar el primer semestre en que impartí un Taller de Creación Literaria centrado en el trabajo con textos autobiográficos, como parte de la formación complementaria para futuros maestros de la Escuela Secundaria, una de las participantes del taller leyó en una tertulia, un cuento del que yo previamente sabía cómo había surgido. En el cuento una mujer es asesinada. En el suceso que lo inspiró, fue brutalmente golpeada. El cuento se desarrolla en un sombrío motel de Ciudad Juárez. El evento que le dio lugar, ocurrió en un céntrico hotel de Arcelia, en la Tierra Caliente de Guerrero. La voz en que está contado es la de un narrador omnisciente que permite a la autora-narradora, adentrarse en la mente de los personajes y ser testigo de un crimen que traspasa la barrera de una feroz agresión física, al arrebato de la vida de una mujer más en la frontera norte de nuestro país.
     En aquella ocasión, un docente que escuchó atentamente el texto presentado, cuestionó.
     –Y el escrito de las muertas de Juárez, ¿qué tiene de autobiográfico?
     En aquel momento, tanto la autora como yo, improvisamos una débil defensa, aduciendo que el texto surgió de una vivencia. Y después callamos ante la sonrisa de triunfo de nuestro detractor.
     Sin embargo, más adelante reconocí en lo que Vargas Llosa (2011) nombra un striptease invertido, una forma de arropar los escritos que surgen de una vivencia, para convertirlos en obras literarias, “(…) disimulando [dice él refiriéndose a la novela, sin embargo, aplica de igual manera para otros géneros narrativos] bajo espesas y multicolores prendas forjadas por su imaginación aquella desnudez inicial, punto de partida del espectáculo”. (p.24).
     Este recurso, aplicado en sesiones de trabajo de escritura con noveles artistas del Taller de Creación Literaria “Ethel Krauze”, ha redundado en textos mucho más creativos, que si los autores de estos se enfocaran en recuperar fidedignamente cualquier suceso de su vida que desearan contar.
     ¿Cómo se hace un striptease literario a la inversa? Es sencillo. Uno puede modificar los escenarios adonde transcurre la historia, por ejemplo, si el evento a narrar tuvo lugar en Cuernavaca, diré que ocurrió en Iguala. Si tuve cierto amorío clandestino, puedo cambiar del personaje inspirado en quien me hizo sucumbir; su oficio, estatus socioeconómico, nombre, ¡o hasta su sexo! Incluso, puedo introducir personajes que no existieron en el suceso verdadero. De esta manera estoy vistiendo literariamente una vivencia que, al ser narrada, sustituye a la otra sin ser menos real que aquella porque, al fin de cuentas, si declaro que mi escrito es lo que pasó de cierto, su credibilidad dependerá más de mi astucia y pericia para contarlo, que del grado de verdad que exista en lo narrado.
     Lo interesante es que, llegado un momento, ya el lector es cómplice del escritor y no  juzga si es real lo que se cuenta, sino que acepta que es real porque está bien contado.
     De esta manera, traspasamos la frontera artificial entre la autobiografía y la ficción porque toda obra literaria, en consonancia con Vargas Llosa, tiene una base autobiográfica.
     Como en la novela de Patricia Highsmith, quizá haya quien hurgue en lo que pudieron haber sido los deseos no confesados de la autora e intente sacar conjeturas. Pero quien sabe del goce literario, reconoce que lo importante no es eso, sino el arte con que está narrada la historia.
     ¿A quién pudiera al fin de cuentas importarle, si la autora tuvo alguna vez deseos sexuales hacia otra mujer, o si obedeciendo a esto vivió un romance tan intenso e inspirador como en su novela? Aquel que busque en la obra una experiencia estética y no un chisme sobre quien la escribió, obtendrá lo que desea sin más respuestas, que las que Highsmith le otorgue a su intelecto y emoción, en el mundo declarado ficticio por ella misma.
     Los textos vestidos que resultan del striptease a la inversa, son literarios en la medida en que son persuasivos y consiguen el efecto en el lector, de que viva como lo hace el escritor, otras vidas posibles.
     En ese arropamiento ayudan –entre otros aspectos– nuestras experiencias en su totalidad, el empleo de distintas voces narrativas, y la construcción de los personajes que, a veces, resultan de la interesante mezcla de varios seres que se amalgaman en la imaginación del autor.
     A través de los recursos literarios uno puede vestir artísticamente lo que escribe. También, evidentemente, son necesarias las vivencias que nutren los sentidos y estimulan la inteligencia, porque sólo esto, nos permitirá como a Highsmith, mirar a los demás con atención y conocimiento de la condición humana.
     De cada encuentro fortuito o inesperado y cada vivencia que nos es significativa podemos escribir. A partir de cada recuerdo, de un desamor o de una pasión que nos arrastra como bronco y caudaloso río. No obstante, para transitar de sólo contar nuestra vida con apego absoluto a lo acontecido, a considerar que lo vivido también es materia prima para crear arte, se precisa de práctica y el acompañamiento de un escritor más experimentado y hábil.
     La narrativa autobiográfica puede ser un arte si además de dar cuenta de un hecho, lo contado nos dice algo, nos hace pensar o nos emociona. Esto puede depender de lo bien que sepamos desnudarnos o de cómo aprendamos a vestirnos, literariamente hablando en ambos casos. De una u otra forma, sin excepción, se respira la esencia de quien escribe –a veces de forma evidente y, otras, subyacente–, en toda obra literaria.

Obras citadas
Highsmith, Patricia (2010) Carol. España, Anagrama.
Vargas Llosa, Mario (2011) Cartas a un joven novelista. México, Alfaguara.

En el emocionante momento de leer mi ponencia en el Foro "La práctica educativa como escenario de innovación", celebrado el 2 y 3 de diciembre en el Centro de Actualización del Magisterio de Iguala, con participantes de Guerrero, Michoacán, Morelos, el Estado de México y el Distrito Federal.
En la imagen, con mi amigo Rafael Román Miranda del CAM Acapulco y la bella Sol Manzanares, del Taller de Creación Literaria "Ethel Krauze", mejor conocidos como los Locos Escritores.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Continúa abierta la inscripción a Nuestro Taller de creación literaria... ¡Y nueva fecha de inicio!

Como el maíz, por Rosario Román Alonso, artista guerrerense

Taller de creación literaria
Imparte: Hermes Castañeda Caudana

Descripción del Taller
El Taller de creación literaria está dirigido a todas aquellas personas de cualquier edad y ocupación, que deseen iniciar o perfeccionar la escritura creativa de textos autobiográficos. Tiene carácter presencial y consta de veinte sesiones en el transcurso de las cuales se implementarán diversas técnicas con los participantes, para que narren a partir de temas variados –propuestos por el coordinador o a elección personal– episodios recientes, o bien, de cualquier momento de su vida; incluso, aquellos que aparentemente habían olvidado pero que sólo se hallaban latentes en su memoria.
     Asimismo, en un clima de respeto mutuo y colaboración, se compartirán escritos inéditos que paulatinamente vayan realizando los participantes, a fin de contribuir conjuntamente a su mejora.
     La actividad de cierre será una tertulia literaria y, como producto colectivo, se publicará una revista con los textos mejor logrados por medio del trabajo en el Taller.

Objetivo
Contribuir a que los participantes, inicien o retomen un proyecto de escritura autobiográfica, a través de la implementación de un modelo didáctico que impulse la creación literaria en cada uno, por medio de técnicas basadas en aportes teóricos de diversos escritores, sobre el proceso creador.


Mística del Taller
A través de varios años de experiencia en la práctica y la conducción de procesos de creación literaria, he identificado que cuando los escribientes partimos de lo más próximo y de interés para nosotros mismos –a saber, nuestras propias vivencias–, enfrentamos y vencemos los miedos que a menudo acompañan a la experiencia de escribir. En este hacer, que se torna reflexivo en la medida en que vamos teorizando a partir de nuestra propia experiencia como escribientes, asimismo podemos desplegar nuestra creatividad por medio de la aplicación de técnicas que nos provean de diversos recursos para comunicar mejor nuestras ideas y emociones, a través de la palabra escrita. Este proceso, además, cuando es vivido como una historia compartida, posibilita que unos nos apoyemos con otros y acrecentemos nuestra motivación y compromiso con nuestros proyectos personales de escritura. Ésta es la esencia del Taller, escribir juntos; y, al mismo tiempo, hacerlo cada vez más pensando en ese otro que es el lector de lo que se crea y publica, para que el “estar” en el mundo de cada uno, trascienda y toque otras vidas, para participar de esta manera de la experiencia de crear cultura, de transformarla para bien.
     En el sentido de lo anterior, el Taller de creación literaria se torna en un espacio facilitador del descubrimiento de cada participante, como una voz única que narra una experiencia irrepetible y, con esto, corrobora el valor esencial de la literatura: afirmar nuestra condición humana.

Dinámica de las clases
En las sesiones de clase los participantes experimentarán diversas técnicas, derivadas de los aportes teóricos de diversos escritores sobre la naturaleza, motivaciones y exigencias del proceso creador en literatura.
     Aunado a ello, revisaremos y corregiremos textos inéditos de los participantes, generados a partir del trabajo durante las clases. Para concluir las fases del proceso de escritura con la publicación, además los participantes leerán sus escritos mejor logrados en una tertulia literaria, y estos textos serán publicados en una revista.


Utensilios de trabajo
Cada participante se acompañará de un cuaderno para la planeación y textualización de los primeros borradores.
     Posteriormente, para la fase de revisión-corrección conjunta en el Taller de los textos inéditos, se requerirá de los textos impresos, a fin de facilitarse las tareas correspondientes.

Sedes y calendarización
Grupo "CAM", enmarcado en el Programa de Formación Complementaria del Centro de Actualización del Magisterio de Iguala
CAM de Iguala. Carretera México-Acapulco, tramo Iguala-Chilpancingo. Km. 1.5, colonia Burócratas. Iguala, Gro.
Martes de 16:00 a 18:00 horas.
Inicio: 30 de agosto de 2011 (inscripción extemporánea hasta el 27 de septiembre).

Grupo "Plan de Ayala", independiente
Escuela Primaria Federal "Plan de Ayala". Ensenada esquina con Mazatlán, Col. Unidos por Guerrero. Iguala, Gro.
Jueves de 16:00 a 18:00 horas.
Inicio: 6 de octubre de 2011 (apertura sujeta a inscripción).

Informes
Al correo electrónico hermes.cam.iguala@gmail.com, o bien, al teléfono 3325231, con Hermes Castañeda Caudana. 


Porque quizá haya alguien a quien le importe nuestra vida, para algo más que para hacerla pedazos...

domingo, 18 de septiembre de 2011

La literatura como experiencia

Como la flor, por Rosario Román Alonso, artista guerrerense. Colección particular: Casa del Cirián

Hermes Castañeda Caudana
“¿Otra galletita?” “¿Me pasas las galletas, por favor?” Se escuchaba un susurro por aquí y otro por allá, en tanto ningún estudiante se distraía verdaderamente de la clase. ¡Cómo hacerlo! Si el ambiente era propicio para debatir, aportar y aprender.
     –Estamos viviendo una experiencia como en el origen de las tertulias alrededor de las fogatas –nos explicó Ethel, nuestra maestra, y prosiguió–: Todo inició por la necesidad de los seres humanos de contarse el cuento de la vida, degustando alimentos y bebidas. Sólo en ese ágape pudo crearse la cultura.
     De inmediato, mi imaginación voló: sentados alrededor del fuego, nuestros ancestros comparten el producto de la ardua jornada de caza mientras se ponen al día. Conversan, se escuchan. “En ese tiempo –pensé– surgió la literatura”. Con el arte de narrar historias. Historias que convierten a las personas en sus narraciones. Mezcla de fantasía y realidad. De ideas y sentimientos.
     Al volver de mi ensoñación, escuché que la maestra afirmaba con sabiduría:
     –Por eso la literatura no es un conocimiento sino una experiencia, porque ¿quién habría coartado a cualquiera que tenía una historia qué contar ante el calor y la luz de una fogata, para que no lo hiciera? ¿Quién se atrevería a decirle a otro, “no, tú no puedes contar tus vivencias, porque no conoces las reglas del buen decir”? Incluso hay una anécdota interesante sobre esto que hablamos, protagonizada por Alfonso Reyes –continuó, en tanto cada uno, sin excepción, mordía una galleta de mantequilla sin apartar los ojos de Ethel, esta vez acompañada al frente del aula por un humeante café y no por su habitual Coca cola light–. Durante una temporada de descanso en el campo –prosiguió mi maestra–, Alfonso olvidó en la casa de sus anfitriones el libro que llevaba consigo, La Ilíada y, un año más tarde, cuando el escritor volvió al mismo lugar, ¡alguien había leído la obra! Según se dejaba ver en las huellas del ejemplar ya mencionado. El curioso lector de Homero, al tener oportunidad de comentar sobre lo leído, con Reyes, resumió su impresión en una frase: “…hoy me parece que los hombres son más grandes”. Éste –concluyó entonces el escritor– es el sentido de la literatura. Por eso –agregó Ethel al final de su narración–, la literatura no se trata de técnica sino de actitud. La literatura es una experiencia.
     Para ese instante, algunos tomábamos notas apresuradamente, con miedo de perdernos algún detalle de las explicaciones de Ethel, o bien, no degustar como era debido, un buen postre. La caja antes llena de ricas galletas iba disminuyendo su contenido. Nuestro entendimiento, se colmaba.
     –Por eso –remató Ethel ante su grupo, engolosinado por la interesante charla–, en la educación formal debe buscarse el acercamiento a la lectura y la escritura, por medio de experiencias donde sea posible vivir lo literario, disfrutarlo.
     –Sin embargo, aportó Juan Luis –el culpable de nuestra desenfrenada gula de galletas–, ¿cómo pueden profesores que no han tenido tal experiencia, transmitirla?
     Algunos enmudecimos. Efecto que suelen tener ciertas verdades que los aludidos preferiríamos no escuchar. Porque la afirmación hecha por él, se refiere a una mentira enmascarada como verdad: la de que en la escuela se promueve el acercamiento de niños y jóvenes a la literatura.
     Este tópico me hizo pensar mucho. En la actualidad, leer y escribir son actividades naturales en mis días. No las considero obligaciones porque forman parte de quién soy. Sin embargo –y aquí se confirma la opinión de mi compañero de clase–, yo continué mi formación como lector una vez terminada la carrera de maestro –mucho después de iniciarme con los pasquines que leía de niño–, gracias al contacto con amigos que eran grandes lectores. Yo deseaba conversar con ellos, saber de qué hablaban, conocer los secretos ocultos en los libros que leían. Mi encuentro con la escritura, tal y como asumo ahora a la experiencia de escribir –impulsada desde mi necesidad de hacerlo y que tiene destinatarios que recrearán con su lectura lo que yo escribo–, por igual, tuvo lugar una vez que concluí mis estudios como profesor. En ambos casos, fuera de la educación formal.
     No dudo que haya maestros que vivan la literatura como experiencia y así lo compartan con los estudiantes –y lo afirmo porque yo también puedo hablar de algunas vivencias al respecto, de cuando fui maestro de primaria–. Pero, ¿y quienes no? ¿De qué forma puede inspirar el amor por los libros o la creación literaria alguien que no lo conoce?
     Como ya lo dijo Daniel Pennac en Como una novela, “el verbo leer no soporta el imperativo”. Escribir tampoco. Como tampoco leer es descifrar ni escribir es copiar. La literatura no es un conocimiento, como bien dice mi maestra Ethel Krauze. Es una experiencia que, antes de ser vivida por los estudiantes, tendría que ser disfrutada por los maestros. Para saber qué se siente.
     ¡Qué bárbaro, Juan Luis! –pienso ahora– ¡Lo que pueden hacer las galletas de mantequilla!  Ni más ni menos que ayudarnos a recordar que la esencia de las tertulias es sentarnos, como nuestros antepasados, en torno a una fogata y degustar a la par la comida y la palabra. Es también, recuperar la voz y el gozo por la literatura –la que se vive como se respira, se ama o se sueña, sin artificios–. A través de experiencias así, nos reconocemos en las historias que otros han contado, hallamos en ellas lo que nos hermana como seres humanos y, también, recordamos que el cuento de la vida nunca termina y, siempre, hay lugar para una historia más: la tuya, la mía, la de todos. La nuestra.